"El creciente desfase entre el número de profesionales de atención de salud y la demanda de sus servicios es un problema esencial que se plantea a los gobiernos, a los gestores y a los profesionales que tratan de mejorar la salud y el desarrollo internacional. Varios factores, complejos y relacionados entre sí, contribuyen a la actual escasez de los recursos humanos en todo el mundo, entre ellos los sistemas de salud con escasos recursos, las condiciones de trabajo insatisfactorias y la gestión inadecuada de los recursos humanos.
En este contexto, los encargados de la política general y los gestores han comenzado a utilizar incentivos para mejorar la contratación, la motivación y la retención de los profesionales de la atención de salud. Los incentivos son medios importantes que las organizaciones pueden utilizar para atraer, retener, motivar, dar satisfacción y mejorar los resultados del personal. Se emplean de manera generalizada en las organizaciones del sector público y del sector privado en todos los contextos laborales. Pueden aplicarse a personas, a grupos de trabajadores, a equipos u organizaciones y pueden variar en función del tipo de empleador (por ejemplo, según se trate de una organización no gubernamental, pública o privada). Los incentivos pueden ser positivos o negativos, financieros o no financieros, tangibles o intangibles.
Los incentivos financieros forman parte del contrato de empleo. Esos incentivos conllevan “pagos monetarios directos del empleador al empleado” (Kingma, 2003 pág. 3), tales como salarios, bonificaciones o préstamos. Se dividen en tres categorías principales. Primera, están los salarios y condiciones básicas que se ofrecen al personal según la descripción de sus funciones y su clasificación laboral. Segunda, hay otros pagos o bonificaciones vinculados a la realización de determinados resultados, con un pago especificado de antemano o asignado de manera retroactiva en un proceso de revisión o de supervisión del personal. Tercera, puede haber otros incentivos financieros que no están directamente relacionados con el cumplimiento de los deberes de la persona, por ejemplo el acceso a servicios financieros o a becas.
En lo que se ha publicado sobre la aplicación de planes de incentivos en la atención de salud se reconoce que los incentivos financieros no son, por sí solos, suficientes para retener y motivar al personal. Los estudios han confirmado que los incentivos no financieros desempeñan una función igualmente esencial. Esto es lo que sucede tanto en los países bien dotados de recursos, en los que el personal puede mantener un alto nivel de vida, como en las naciones que tienen relativamente pocos recursos.
Los incentivos no financieros incluyen la concesión de autonomía en el trabajo, flexibilidad de horario y reconocimiento del trabajo realizado. Las recompensas no financieras son especialmente importantes para los países y organizaciones en los que la limitada financiación restringe su capacidad para conceder recompensas financieras. Ello no obstante, los métodos no financieros requieren una inversión considerable de tiempo y de energía y el compromiso de toda la organización. Deben prepararse mediante una planificación consultiva y han de armonizarse con los objetivos estratégicos, las normas, los valores y las circunstancias locales y personales. Si bien se reconoce en general la importancia y el potencial de los objetivos no financieros, es importante señalar que es limitado lo que puede conseguirse sólo con los incentivos no financieros.
La elaboración y la aplicación de planes de incentivos en la atención de salud es un campo nuevo. Se ha aplicado una amplia diversidad de medidas con planteamientos financieros y no financieros vinculados a diferentes resultados y dirigidos a diferentes profesionales de atención de salud.
Hasta ahora, la evaluación estricta de los resultados de esos planes es poco frecuente. Sin embargo, estudios realizados entre profesionales de salud sugieren que los planes de
incentivos eficaces tienen las características siguientes:
• tienen objetivos claros;
• son realistas y aplicables;
• reflejan las necesidades y las preferencias de los profesionales de salud;
• están bien diseñados, son estratégicos y están adaptados a su finalidad;
• son contextualmente adecuados;
• son justos, equitativos y transparentes;
• pueden medirse; e
• incorporan elementos financieros y no financieros.
Como antes se ha señalado, los conjuntos de incentivos más eficaces son los que se adaptan al contexto concreto en que van a aplicarse. No puede haber un método único de elaborar un conjunto que satisfaga las necesidades de una determinada organización o grupo de profesionales de salud. Sin embargo, para las necesidades locales puede proponerse y adaptarse un planteamiento sistemático.
Los incentivos, financieros y no financieros, constituyen un instrumento que los gobiernos y otros órganos de empleadores pueden desarrollar para mantener unos recursos humanos con las capacidades y experiencia necesarias para dispensar los cuidados que se requieran. Para esto se precisa no solamente voluntad política y un arduo y sostenido trabajo, sino también que todos los interesados reconozcan el compromiso, las capacidades y los beneficios de salud que aportan los profesionales de salud en todo el mundo.
El activo más valioso de un servicio de salud es su personal. La aplicación de conjuntos
de incentivos eficaces representa una inversión mediante la cual ese activo vital puede protegerse, fomentarse y desarrollarse."
Texto completo (PDF)
aquí