El actual mundo complejo en el que desempeñamos nuestra labor diaria nos muestra reiteradamente que la vida no se basa en unidades de causa-efecto, sino en amplísimas gamas de causas que pueden dar lugar, o no, a diferentes efectos. La transición del concepto individualista del profesional médico altamente especializados hacia una atención conjunta del paciente mediante equipos multidisciplinares parece inevitable.
Los sistemas sanitarios actuales y la práctica médica, cada vez distan más de lo que hace tan sólo 30 años se entendía por la labor del profesional médico. Cada vez estamos interaccionando en un mundo más complejo, que nos obliga a tomar decisiones entre una diversidad de opciones extremadamente amplia.
Atrás quedaron las viejas premisas mecanicistas que entendían el cuerpo humano, y por ende su cuidado, como una larga carrera de patologías a tratar mediante la lógica de las causas y los efectos. Causas naturales que surtían un efecto en nuestros organismos, que a su vez eran tratadas con una solución única y específica.
En el mismo sentido, las organizaciones sanitarias, siguiendo las tendencias del management, se articularon a partir de principios basado en la planificación, la división en unidades y la optimización de los recursos.
El actual mundo complejo en el que desempeñamos nuestra labor diaria nos muestra reiteradamente que la vida no se basa en unidades de causa-efecto, sino en amplísimas gamas de causas que pueden dar lugar, o no, a diferentes efectos. La transición del concepto individualista del profesional médico altamente especializados hacia una atención conjunta del paciente mediante equipos multidisciplinares parece inevitable.
El profesional médico desempeña su labor de manera independiente y libre, pero en un contexto impredecible de interacciones con pacientes y otros profesionales sanitarios. Acabamos de visualizar un sistema adaptativo complejo, una realidad en la que todas las variables participantes pueden dar lugar a resultados impredecibles. Los límites de las situaciones que se viven son difusas, las interacciones entre diferentes agentes, situaciones, etc. infinitas y por lo tanto la presión y las tensiones ineludibles. Cuanto antes asumamos la impredictibilidad de las situaciones que vivimos, antes trabajaremos aspectos como la autonomía y la flexibilidad como respuesta a la incertidumbre.
Los sistemas sanitarios actuales y la práctica médica, cada vez distan más de lo que hace tan sólo 30 años se entendía por la labor del profesional médico. Cada vez estamos interaccionando en un mundo más complejo, que nos obliga a tomar decisiones entre una diversidad de opciones extremadamente amplia.
Atrás quedaron las viejas premisas mecanicistas que entendían el cuerpo humano, y por ende su cuidado, como una larga carrera de patologías a tratar mediante la lógica de las causas y los efectos. Causas naturales que surtían un efecto en nuestros organismos, que a su vez eran tratadas con una solución única y específica.
En el mismo sentido, las organizaciones sanitarias, siguiendo las tendencias del management, se articularon a partir de principios basado en la planificación, la división en unidades y la optimización de los recursos.
El mundo complejo en el que desempeñamos nuestra labor diaria nos muestra reiteradamente que la vida no se basa en unidades de causa-efecto, sino en amplísimas gamas de causas que pueden dar lugar, o no, a diferentes efectos. La transición del concepto individualista del profesional médico altamente especializados hacia una atención conjunta del paciente mediante equipos multidisciplinares parece inevitable.
El profesional médico desempeña su labor de manera independiente y libre, pero en un contexto impredecible de interacciones con pacientes y otros profesionales sanitarios. Acabamos de visualizar un sistema adaptativo complejo, una realidad en la que todas las variables participantes pueden dar lugar a resultados impredecibles. Los límites de las situaciones que se viven son difusas, las interacciones entre diferentes agentes, situaciones, etc. infinitas y por lo tanto la presión y las tensiones ineludibles. Cuanto antes asumamos la impredictibilidad de las situaciones que vivimos, antes trabajaremos aspectos como la autonomía y la flexibilidad como respuesta a la incertidumbre.
El nuevo concepto de organización sanitaria debería sostenerse sobre principios de sistemas adaptativos complejos, esto es, sobre la capacidad de los agentes participantes en el sistema sanitario para hacer frente a la contingencia de su labor diaria. Estaremos de acuerdo en que cualquier tipo de limitación en las labores médicas es bastante difusa, y me explico con un ejemplo. Imaginemos el caso de paciente con Traumatismo Craneoencefálico (TCE) que llegue a las Urgencias a las 3:00 a.m. y con alcohol en sangre. Las pruebas de la Escala de Glasgow mostrarían mareos y pérdida de consciencia. El profesional médico, como tal, debería descartar posibles problemas más graves, y levantar de la cama al especialista de rayos para realizar un TAC de urgencia. Sin embargo, los resultados en la Escala de Glasgow se deben probablemente a su estado de embriaguez, por lo que el enfado del profesional de rayos que deba ir hasta el hospital a realizar las pruebas será seguro. ¿En dónde se encuentra el límite que indiscutiblemente dicta cuál debe ser la actuación del médico? Desde la óptica de los sistemas adaptativos complejos, no existe una actuación más correcta que otra, sino que el reto estará en facilitar al profesional sanitario un contexto de autonomía y creatividad que le “inspire” una decisión.
El resultado de la “inspiración” facilitada en un contexto autónomo y creativo, no podrá verse desvinculado, sin embargo, de una serie de patrones interiorizados en forma de instinto, modelos mentales, cultura, etc. Además de esto, cualquier acción realizada por el profesional médico deberá someterse a interacciones, bien con pacientes, auxiliares, administración, enfermería o farmacia, lo que desemboca en una emergencia continua. En el ejemplo anterior, en cualquiera de las interacciones con el paciente, sus familiares, el médico radiólogo, etc. las situaciones no están prefijadas, y la impredictibilidad es total; y sin embargo, las situaciones se sacan adelante y se aportan soluciones. Desde la perspectiva de la complejidad, podríamos afirmar que los agentes y sistemas que interaccionan son adaptativos, esto es, se adaptan a cada situación específica. Lo cual nos lleva a pensar que las situaciones de la vida, en este caso la labor médica, puede visualizarse como un conglomerado de sistemas y agentes que interaccionan unos con otros, que se incluyen unos dentro de otros, co-evolucionando constantemente.
Una reflexión interesante sobre todo esto, podemos encontrarla en el concepto denominado “the edge of chaos" (1) o “el borde del caos”, la cual se caracteriza por situaciones que carecen de la suficiente certeza como para hacer obvia la siguiente acción a realizar, pero no son tan carentes de toda lógica o patrón que las conviertan en un verdadero caos.
La situación del profesional médico que debe dar respuesta a un paciente de TCE leve y borracho a las 3:00 a.m., con unos medios humanos y técnicos limitados en ese momento, unos familiares y amigos nerviosos y unos protocolos y procedimientos hospitalarios contradictorios, son un buen ejemplo de complejidad y actuación al borde del caos.
Como conclusión, argumentaremos una vez más la necesidad de abandonar los paradigmas mecanicistas como tabla de salvación de las organizaciones sanitarias. Aceptemos que nos movemos en un entorno incierto, y que sólo la autonomía y la creatividad de las personas permitirá acciones flexibles y soluciones innovadoras.
Iñigo Urkidi
Referencia bibliográfica:
Paul E Plsek and Trisha Greenhalgh: Complexity science: The challenge of complexity in health care, BMJ, Sep 2001; Vol. 323: 625 - 628.
(1) Langton CG. Artificial life. Proceedings of the Santa Fe Institute. Studies in the science of complexity. Vol 6. Redwood City, CA:Addison-Wesley, 1989
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