El malestar en Atención Primaria es inherente a funcionarizar culturas profesionales, si bien hay fuentes adicionales de insatisfacción que merecen atención. Lo más preocupante es que las formulaciones del malestar no contienen la solución ni se corresponden con la elevada valoración ciudadana de este servicio público, ni con su contribución a la salud poblacional.
Una innovación social de éxito como fue el desarrollo de la Atención Primaria en el Sistema Nacional de Salud español requiere para su pervivencia una adaptación continua a los modos de entender la sociedad y gestionar sus problemas en un mundo más complejo e interconectado. En este propósito, el acierto en la caracterización, gestión e intervención ante la nueva demanda resulta clave.
Decía Maimonides: "Enseña a tu lengua a decir no sé, y entonces progresarás" . Desde la complacencia, el “eso-ya-lo-sabemos”/ “eso-ya- lo-hacemos”, y la cultura del “ocho-a-tres” no es fácil progresar ni minorar el malestar. Hay un reto brutal de innovación relacional y de cambio en las formas de hacer en Atención Primaria. Caminar hacia un modelo centrado en pacientes y poblaciones, integrado, proactivo, cohesionado con la comunidad, con trabajo en equipo “real”, con un uso inteligente de las TICs… es esencial para gestionar una demanda de personas con cada vez más padecimientos crónicos y necesidades complejas sanitarias y sociales crecientes.
Afortunadamente desde los valores y posicionamiento de la Atención Primaria se puede hacer esa transformación, siempre que se huya de esencialismos estériles y de falsas dicotomías (personas vs. enfermedades, crónicos vs. agudos…). No puede ser que la Atención Primaria se dote de unas formas de trabajo sobre las que descarga su responsabilidad y las convierte en chivo expiatorio de su propia insatisfacción. ¿Por qué con cupos semejantes (con los ajustes que se quiera de edad, morbilidad, condiciones socioeconómicas…) hay profesionales que ven 20 pacientes/día y otros más de 40? Hay que crear las condiciones para recuperar el protagonismo profesional y eso pasa por generar contextos y herramientas que permitan la autogestión.
La sanidad es el arte/industria más complejo que existe y la Atención Primaria ocupa el lugar idóneo para gestionar el equilibrio entre lo industrializable/estandarizable y lo artesano/personalizado. El mix de conocimientos codificados y tácitos que ha de manejar el médico de familia es difícil de encontrar en otras profesiones. Estamos ante un paradigma de “trabajador del conocimiento”, en el que la se ha invertido y se invierten anualmente muchas horas de formación y sin embargo en torno a un 30% de su actividad está ocupada con actividades que no añaden valor. ¿Es algo que nos podemos permitir como sociedad? Por no hablar de la inexistencia de Departamentos de Medicina de Familia y Comunitaria en la Universidad española, lo que contribuye a la desvalorización de una profesión más necesaria que nunca.
Otro enorme reto es generar conocimiento útil en la práctica cotidiana, frente al enfoque dominante de medicina basada en la evidencia, también hay que generar evidencia basada en la práctica, aprender de lo rutinario, de lo cotidiano, estudiar a los que no cumplen las guías, a los que se desvían por arriba o por abajo. No se puede robotizar la práctica profesional en Atención Primaria. Hay que introducir una cultura evaluativa de verdad, el control por pares, medir lo que realmente marca la diferencia: la resolutividad, los indicadores de resultado, la satisfacción del paciente…
Todo ello, en un contexto en que la complejidad y la multimorbilidad dejan de ser excepción para convertirse en norma, supone un gran reto para profesionales, sistema sanitario y sociedad en su conjunto. Un reto exigente, sin duda, pero superable día a día si se construyen alianzas y se comparte una visión. Una oportunidad, en definitiva, para una Atención Primaria del siglo XXI que camine por la senda de la integración y la innovación.
Roberto Nuño Solinís. Director de O+berri. Instituto Vasco de Innovación Sanitaria
1 comentario:
Menudo editorial. Yo lo firmaría enterito. Ahora, ¿no sería necesario también establecer un nuevo "contrato social entre la Organización y los profesionales?. De acuerdo con que muchas actitudes y comportamientos de estos últimos no van en la línea que mencionas, pero me pregunto si no debería también alinearse la política de empresa con esa cultura. Por ejemplo, el contar las horas de menos trabajadas(que no las de más) una a una no hace sino reforzar la cultura del "ocho a tres", ¿no es cierto?. Exigir rendimiento profesional SI, cambio de contrato social SI, y alineamiento de la política de personal TAMBIÉN. Todo ésto para empezar, si no creo que no hay nada que hacer.
Saludos y gracias por el estupendo blog.
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