miércoles, julio 20, 2005

Complejidad: ¿demasiada para un solo concepto?


Dada la proliferación de libros, escritos, artículos, y demás aportaciones acaecidas en las últimas décadas en torno al fenómeno de lo complejo, no es sencillo realizar una aproximación nítida que explique el fenómeno de la complejidad. El concepto de complejidad, si bien en ocasiones su significado puede resultar evidente, en diferentes contextos y momentos, se presta a acepciones diversas, dependiendo no sólo de lo que se observa, sino a su vez del sujeto que observa.

Para aclarar este tipo de cuestiones, hemos acudido a Pablo Navarro, que como profesor del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo trata de explicar la noción de complejidad en general, intentando mostrar la pluralidad de significados que encierra, desde una perspectiva social-humana.

En primer lugar, distingue dos formas preliminares de entender la complejidad:

~ De manera “subjetiva”. Cuando el sujeto que observa la realidad compleja, no es capaz de dilucidar acerca de ella, y se ve superado para alcanzar conceptualmente dicho objeto. Se refiere a las ocasiones en las que no entendemos una realidad porque somos incapaces de comprenderla, o porque nos parece demasiado complicada.

~ De manera “objetiva”. Si bien en ocasiones otorgamos la calidad de complejo a algo que supuestamente supera a nuestro intelecto, en otras se la otorgamos precisamente a un objeto porque creemos entenderlo.

Sin embargo si echamos un vistazo más de cerca, ambos puntos de vista no son incompatibles, sino que están sutilmente relacionados. El autor explica que sólo los sujetos suficientemente complejos están en condiciones de detectar y comprender la complejidad, y además, sólo la complejidad objetiva de determinadas realidades ha podido generar sujetos capaces de tomar conciencia de ella. La complejidad que el sujeto descubre, que efectivamente pertenece al objeto, está ligada a la propia complejidad inherente a dicho sujeto, ya que éste constituye la complejidad de lo observado en base a la suya propia. Por tanto, el fenómeno de la complejidad queda definido como “una suerte de juego de espejos que entablan el sujeto y el objeto del conocimiento”.

Precisamente porque el fenómeno de la complejidad es definido de forma compleja, quedan fuera de juego las perspectivas que lo definen de manera simple y reduccionista. Existe una idea extendida de que la complejidad consiste en la coexistencia de un gran número de elementos y multitud de relaciones entre ellos, y son esas interacciones las que conceden el apelativo de complejo. Eso es justamente lo que el autor entiende por “complicado” en lugar de “complejo”.

Pero la complejidad incluye más atributos que la mera complicación. Algo puede ser muy complicado y sin embargo no poseer las características constitutivas de complejidad, como por ejemplo la potencialidad de crear fenómenos nuevos - emergentes. – y nuevas relaciones entre esos elementos.

En segundo lugar, otra de las afirmaciones recogidas por este autor es la inconveniencia de realizar aproximaciones excesivamente “formales” al fenómeno de lo complejo. No comparte con otros autores el hecho de que la complejidad pueda ser explicada a través de teorías formales. Ninguna de esas teorías puede por sí misma, dar explicación al fenómeno de lo complejo, ya que éste es un hecho concreto, específico de cada tipo de realidad.

Sin embargo, es verdad que existen teorías que ayudan a entender su significado. El típico ejemplo, que podemos encontrar navegando por la red, del fenómeno caótico de un modelo en el que se compara la impredictibilidad de los cambios del tiempo con las oscilaciones a nivel mundial de una economía de corte capitalista, puede servirnos para dar una explicación razonada de ambos, aunque dada la naturaleza tan distinta de ambas realidades, no nos sirve para comprender y aprender la especificidad de cada uno de ellos.

Este tipo de teorías formales sólo sirven para describir de alguna manera la forma explícita que cobran los fenómenos, y no el proceso relevante a través del que se genera. Así las cosas, las denominadas teorías formales pueden ayudar a entender el comportamiento de las realidades en diversos ámbitos, explicando el “cómo” suceden las cosas, y no el “qué”, la emergencia propia de esos fenómenos que es precisamente lo que los dota de singularidad.

En conclusión, si bien fenómenos complejos similares pueden ayudar en la comprensión de otras realidades de naturaleza parecida, teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora, el autor consolida la idea de que la complejidad únicamente puede entenderse en base a su propio desarrollo y, especialmente, atendiendo a sus resultados emergentes.


Estibaliz Hernandez


NAVARRO, Pablo. “El fenómeno de la complejidad social humana” en Curso de Doctorado Interdisciplinar en Sistemas Complejos, 1997. EHU/UPV

domingo, julio 10, 2005

La estética como ayuda para entender sistemas complejos


Las cuestiones fundamentales que afectan a las organizaciones como sistemas adaptativos complejos no pueden resolverse apelando únicamente a la medición. Esta es la hipótesis de partida del artículo escrito por McKenzie y James, quienes proponen una reinterpretación del concepto de “estética” en términos de búsqueda de nuevas estructuras y relaciones entre los elementos como vía para enfrentarse y tratar de resolver los problemas que presenta el mundo complejo que nos rodea. La intuición y la imaginación, conceptos olvidados por gran parte de las teorías de gestión tradicionales, adquieren un papel preponderante en el arte de la gestión propuesto por estos autores


Es indudable, tal como comenta Lissack (1999), que “lo que encontramos cuando buscamos depende de cómo miramos”. A medida que los problemas se vuelven más complejos en términos del número de pequeños problemas que se concatenan para producir un problema global, los managers en general tienden a apelar al instinto para lograr una solución acertada. La tendencia es utilizar la intuición para buscar una solución que pueda aplicarse de forma generalizada. Sin embargo, si el esquema de pensamiento del manager no es capaz de operar en un entorno complejo, entonces es cuestión de suerte que la solución elegida sea la correcta o no. Es necesario desarrollar la capacidad perceptiva del manager de forma que incremente su habilidad de percibir las complejidades del entorno que le rodea. En este caso, por tanto, la cuestión es encontrar un método capaz de aumentar las habilidades perceptivas del manager.

En el ámbito de la solución de problemas lineares, las creencias y los comportamientos individuales no intervienen en la solución del problema, o lo hacen de manera residual. A medida que la complejidad aumenta, y el problema se convierte en una cuestión de intuición, las creencias y el comportamiento de la persona devienen muy importantes. Las soluciones globales requieren altas dosis de creatividad. No son tarea fácil, pues como dice Klee, “no es fácil llegar a una concepción del todo que se construye a partir de diferentes partes que proceden de dimensiones distintas...Esto se debe a la naturaleza de los métodos con los que contamos para transmitir un concepto tridimensional claro del mundo y se deriva de las deficiencias que provienen de la naturaleza temporal del lenguaje hablado. Carecemos de los medios para discutir acerca de imágenes y sus elementos constituyentes que poseen simultáneamente varias dimensiones”.

A través de la historia, los grandes visionarios han sido aquellos que han sabido utilizar la estética. Einstein se guió por un sentido de reconocimiento y dependencia en el rol de la estética para el descubrimiento de nuevas estructuras de relaciones. La cuestión es, ¿cómo la estética puede ayudar al manager que quiere la mejor solución?
Los juicios realizados sobre una base moral normalmente conducen a resultados poco satisfactorios, lo cual agrava el problema inicial. Lo que se necesita son soluciones que supongan lo mejor para todos (soluciones elegantes). La ciencia de la estética es la ciencia de proveer soluciones elegantes. Según la definición del Diccionario Oxford, la estética es “la teoría de la belleza en general y de los sentimientos que evoca; proviene del griego aisthetikos, lo que tiene la facultad de sentir”.

El desarrollo de la estética como rama filosófica durante los dos últimos siglos ha dado pie a la definición de la estética como la presentación material de la verdad donde la belleza es el significado de esta verdad. Hegel definió la belleza como la manifestación material de la idea.
La utilización de estas definiciones de estética nos lleva a una posición estática donde el arte (cualquier tipo de arte, incluido el arte de la gestión) es una representación, y cualquier intento de utilizarlo da origen a un sinfín de interpretaciones de las interpretaciones, una crítica estéril dado que en cualquier caso no es más que una proyección de la actitud del autor hacia una forma ideal de una idea percibida. En ningún caso podría utilizarse como herramienta de pensamiento.
La definición a la que apelan los autores se corresponde con la definición propuesta por Henri Laborit (1968): “la búsqueda de nuevas estructuras; la estética (debe ser)...entendida como la búsqueda de estructuras, esto es, el conjunto de relaciones existentes entre los elementos que forman el todo de nuestro conocimiento...”. Si se descarta la definición tradicional de estética y los estándares de belleza aceptados y se sustituye por la definición de Laborit, entonces sí tendremos una herramienta realmente creativa más que cosmética. El aprender a buscar nuevas estructuras de forma natural e inherente a nuestra habilidad de percibir la información disponible, puede proporcionarnos una herramienta para trabajar en condiciones donde hay exceso de ambigüedad y falta de claridad. La clave es aprender a utilizarlo colectivamente de forma que se construya una referencia en la organización que ayude a fomentar la creatividad.

El desarrollo de la estética trata el modo en el que sentimientos y emociones, estrechamente ligados con las variaciones de personalidad y carácter, pueden ajustarse al mundo objetivo. En ausencia de este complicado ajuste, se imponen sistemas arbitrarios de pensamiento, que tratan de dar respuesta a problemas de gran complejidad. Estos sistemas arbitrarios son de carácter irracional y dogmático, compuestos por patrones lógicos e intelectuales simplistas. El reconocimiento de la estética individual de cada uno permite a la persona realizar esos finos ajustes. Dado que la estética es una experiencia única a cada individuo, el uso de la misma empieza con el conocimiento de uno mismo y el entendimiento de la estética propia.

Read (1943) describe la estética como un modo de percepción, es empatía; empatía (el poder de proyectar nuestros sentimientos en otra persona u objeto), conociendo el objeto de contemplación a partir de lo que podamos calcular o describir con palabras. En esta percepción, el observador descubre los sentimientos que surgen en su ser en el momento de examinar una realidad concreta y objetiva.

Percibimos significados que van más allá de la mera descripción verbal. La estética es la única forma que tenemos de tratar con la parte de los problemas que no puede medirse. Tendemos a rechazar aquello que sólo se puede sentir, por considerarlo inferior a aquello sobre lo que se puede hablar.

El desarrollo de la estética es una parte integral de la facultad perceptiva a la que denominamos intuición. La capacidad de responder a la parte del problema que no está sujeta a medición. La ciencia busca la razón fundamental a través hechos separados. El arte busca el máximo número de formas para expresar un objeto o evento. Las personas inteligentes utilizan los dos enfoques simultáneamente. El arte se da en todo aquello a lo que los humanos han dado forma, por lo que de ahí que podamos hablar del arte de gestión, el arte de hablar en público, el arte de la equitación, etc. En todos los casos, significa que la actividad da pie implícitamente a una forma con atributos tales como “encaje”, elegancia, equilibrio, eficiencia y ahorro de energía. Cuando apreciamos una obra de arte, es la apelación a nuestros sentidos lo que nos permite hacer juicios de valor, bien sea en el ámbito de la arquitectura o una solución elegante a un problema complejo de relaciones humanas. No hay trabajo de arte genuino, tanto en los negocios como en un cuadro de Rembrandt, que no atraiga principalmente a nuestros sentidos, nuestros órganos físicos de percepción.

La característica que distingue la conciencia de la estética es la imaginación, tal y como ocurre en el arte. La imaginación es el factor común en todos los aspectos subjetivos del arte con las leyes invariables de la belleza: equilibrio, armonía, simetría y ritmo. La composición es la suma total de todas estas propiedades cuyo propósito es organizar los elementos físicos que conforman un esquema coherente. Es imposible llegar a comprender la complejidad y los sistemas complejos sin estos atributos. Es la facultad de imaginar la que asegura que nuestras mentes no estén satisfechas en una actividad circunscrita y permita que deseemos crear e ir más allá de lo establecido. La imaginación es el establecimiento de nuevas relaciones entre los elementos que se han ido acumulando en nuestra memoria, nuestra experiencia, a lo largo del tiempo. Se trata de estructurar de antemano del mundo del mañana, adaptando nuestro comportamiento a la nueva estructura creada. Fue la imaginación lo que permitió a Einstein la elaboración de las teorías de relatividad, reconociendo, en una de sus frases célebres, que “la imaginación es más importante que el conocimiento”.

La aparición de la solución imaginativa es un proceso muy sutil que tiene lugar bajo el nivel de conciencia. Siendo conscientes de la dificultad que conlleva la utilización de palabras para describir una nueva idea, tendemos a utilizar las palabras “imaginación”, “visualización” e “intuición” para tratar de articular esa nueva idea. Cuando hablamos de visualizar o imaginar o utilizar la imaginación estamos hablando de actividades no verbales. Hablamos de evocar imágenes desde la profundidad de nuestra mente, porque las imágenes que evocamos se forman en la preconciencia, en un nivel profundo de cognición. Se trata de formas de conocimiento precursoras del conocimiento verbal.

El enfoque estético y la actitud estética es esencial para alcanzar un entendimiento genuino de la complejidad. Nos permite estar en sintonía, estar en un estado de “información” donde podamos escoger aquello que funciona, que tiene sentido, que supone una “buena” solución. Es cuestión de percepción.

La complejidad no puede entenderse fuera de una cultura relativista capaz de tolerar la ambigüedad, la creatividad y la búsqueda de estructuras en un ambiente continuamente cambiante. Por tanto, debemos apreciar y valorar la imaginación y la intuición a la hora de resolver problemas y entender las complejidades del mundo caótico que nos rodea, un mundo en el que la percepción adquiere un papel fundamental.
Nuria Toro