La profesión de pediatra parece complicarse cada vez más. Los síntomas de burn-out o profesionales “quemados” empiezan a estar a la orden del día. Para colmo, la sociedad les trata como simples funcionarios, y ellos se sienten mucho más importantes...
Sabemos que cada día las cosas son más complicadas, que la gente está muy bien preparada, que los valores tradicionales se van perdiendo, y que el respeto a los viejos pilares de la sociedad, a saber, la iglesia, los maestros y los médicos, está en franca decadencia, por no decir en absoluta extinción.
El artículo titulado “El pediatra y su profesión”, no deja de ser en el fondo, un pequeño alegato en favor de los ya pasados buenos tiempos.
Debemos tener en cuenta que el artículo se publica en una revista que se centra en un público muy objetivo, los profesionales médicos de la pediatría española. Y como no podía ser de otro modo, se hacen eco de lo que muy probablemente es un tema recurrente de conversación en cualquier guardia de pediatría.
A pesar de todo ello, parece claro que algo de verdad habrá en las problemáticas que el artículo nos presenta.
El burn-out, tan extendido entre los profesionales de la pediatría en opinión de los autores del artículo (cuatro, nada más y nada menos), puede devastar las filas de las urgencias pediátricas. ¿Existirá burn-out en consultores, funcionarios, comerciales, distribuidores, secretarias...? A lo mejor necesitan que alguien les escriba un artículo.
No olvidan los 4 autores además, la rigurosa regulación legal a la que deben enfrentarse diariamente. Tan dura y exigente es, que algunos profesionales médicos deben hacer dejación de su juramento hipocrático para no acabar entre rejas; “medicina defensiva” lo han denominado. Esperemos que no les de a los conductores de autobús, policías, auditores de calidad o maestros de escuela por ponerse quisquillosos con todas las normas que tienen que cumplir.
Por último, el artículo trata de analizar cuáles serían las alternativas existentes para lograr una mejora sustancial en las condiciones laborales y de servicio de las pediatrías hospitalarias. La formación de más profesionales, la cualificación de médicos de familia para que puedan ayudar a los pediatras y la reorganización de las guardias, son algunos de los puntos que se citan como claves para un futuro menos “ardiente”.
Nadie duda de la importante labor que desempeñan los profesionales médicos, así como de lo singular de su trabajo, nada más y nada menos que proteger nuestra salud, nuestra vida. Pero también es cierto que cada día las cosas son más complicadas, que la geste está mejor preparada, que los valores vitales
tradicionales se van perdiendo, y que el respeto a los viejos pilares de la sociedad, a saber, la iglesia, los maestros y los médicos, está en franca decadencia, por no decir en absoluta extinción. Como bien dejan patente los autores, “el médico no es un superman”, y para colmo cada día es más difícil encontrar un padre que felicite al pediatra por un trabajo bien hecho. ¡Les tratan como a unos funcionarios cualquiera!
El artículo titulado “El pediatra y su profesión”, no deja de ser un pequeño alegato en favor de los ya pasados buenos tiempos. Es una queja reiterada en forma de diferentes dificultades que los médicos pediatras se encuentran en su labor cotidiana, como el “burn-out” o síndrome del empleado quemado, la adopción de un sistema de defensa contra un marco legal predeterminado que han denominado “medicina defensiva” o un sistema de guardias que no es sostenible. Para redondearlo, son los profesionales médicos europeos peor remunerados y son tratados por los pacientes como simples funcionarios!
Debemos tener en cuenta que el artículo se publica en una revista que se centra en un público muy objetivo, los profesionales médicos de la pediatría española. Y como no podía ser de otro modo, se hacen eco de lo que muy probablemente es un tema recurrente de conversación en cualquier guardia de pediatría.
A pesar de todo ello, parece claro que algo de verdad habrá en las problemáticas que el artículo nos presenta. El aumento de la demanda de servicios sanitarios es una realidad que se plasma año tras año en el incremento de los recursos que las diferentes administraciones públicas dedican al sistema sanitario. Por otra parte, el aumento de la longevidad en nuestra sociedad influye decisivamente en la calidad y cantidad de los servicios sanitarios prestados, y por ende, en las cargas de trabajo, responsabilidad, necesidades de formación, investigación, etc. de los profesionales médicos.
El burn-out o síndrome del profesional quemado, tan extendido entre los profesionales de la pediatría en opinión de los autores del artículo (cuatro, nada más y nada menos), puede devastar las filas de las urgencias pediátricas. Los porcentajes que se manejan van desde el 22 por ciento de “quemados” en la urgencia pediátrica, hasta el 60 por ciento de los pediatras intensivistas que se han planteado alguna vez dejar su puesto de trabajo. Sería interesante comprobar las intensidades de burn-out en consultores, funcionarios, comerciales, distribuidores, secretarias...Necesitan que alguien les escriba un artículo.
No olvidan los 4 autores además, la rigurosa regulación legal a la que deben enfrentarse diariamente. Tan dura y exigente es, que algunos profesionales médicos deben hacer dejación de su juramento hipocrático para no acabar entre rejas; “medicina defensiva” lo han denominado, y aportan datos: la probabilidad
de que un médico de atención primaria genere una reclamación judicial es baja. Y si a pesar de ello, tienen una reclamación, tan sólo en el 4 por ciento de los casos terminan con una condena por lo penal.
¿Sólo el ámbito sanitario tendrá normas que cumplir? A lo mejor deberían eximirles de toda responsabilidad civil y penal por su condición de médicos. Esperemos que no les de a los conductores de autobús, policías, auditores de calidad o maestros de escuela por ponerse quisquillosos con todas las normas que tienen que cumplir.
Por último, el artículo trata de analizar cuáles serían las alternativas existentes para lograr una mejora sustancial en las condiciones laborales y de servicio de las pediatrías hospitalarias. La formación de más profesionales, la cualificación de médicos de familia para que puedan ayudar a los pediatras y la reorganización de las guardias son algunos de los puntos que se citan como claves para un futuro menos “ardiente”.
Sabemos que cada día las cosas son más complicadas, que la gente está muy bien preparada, que los valores tradicionales se van perdiendo, y que el respeto a los viejos pilares de la sociedad, a saber, la iglesia, los maestros y los médicos, está en franca decadencia, por no decir en absoluta extinción.
El artículo titulado “El pediatra y su profesión”, no deja de ser en el fondo, un pequeño alegato en favor de los ya pasados buenos tiempos.
Debemos tener en cuenta que el artículo se publica en una revista que se centra en un público muy objetivo, los profesionales médicos de la pediatría española. Y como no podía ser de otro modo, se hacen eco de lo que muy probablemente es un tema recurrente de conversación en cualquier guardia de pediatría.
A pesar de todo ello, parece claro que algo de verdad habrá en las problemáticas que el artículo nos presenta.
El burn-out, tan extendido entre los profesionales de la pediatría en opinión de los autores del artículo (cuatro, nada más y nada menos), puede devastar las filas de las urgencias pediátricas. ¿Existirá burn-out en consultores, funcionarios, comerciales, distribuidores, secretarias...? A lo mejor necesitan que alguien les escriba un artículo.
No olvidan los 4 autores además, la rigurosa regulación legal a la que deben enfrentarse diariamente. Tan dura y exigente es, que algunos profesionales médicos deben hacer dejación de su juramento hipocrático para no acabar entre rejas; “medicina defensiva” lo han denominado. Esperemos que no les de a los conductores de autobús, policías, auditores de calidad o maestros de escuela por ponerse quisquillosos con todas las normas que tienen que cumplir.
Por último, el artículo trata de analizar cuáles serían las alternativas existentes para lograr una mejora sustancial en las condiciones laborales y de servicio de las pediatrías hospitalarias. La formación de más profesionales, la cualificación de médicos de familia para que puedan ayudar a los pediatras y la reorganización de las guardias, son algunos de los puntos que se citan como claves para un futuro menos “ardiente”.
Nadie duda de la importante labor que desempeñan los profesionales médicos, así como de lo singular de su trabajo, nada más y nada menos que proteger nuestra salud, nuestra vida. Pero también es cierto que cada día las cosas son más complicadas, que la geste está mejor preparada, que los valores vitales
tradicionales se van perdiendo, y que el respeto a los viejos pilares de la sociedad, a saber, la iglesia, los maestros y los médicos, está en franca decadencia, por no decir en absoluta extinción. Como bien dejan patente los autores, “el médico no es un superman”, y para colmo cada día es más difícil encontrar un padre que felicite al pediatra por un trabajo bien hecho. ¡Les tratan como a unos funcionarios cualquiera!
El artículo titulado “El pediatra y su profesión”, no deja de ser un pequeño alegato en favor de los ya pasados buenos tiempos. Es una queja reiterada en forma de diferentes dificultades que los médicos pediatras se encuentran en su labor cotidiana, como el “burn-out” o síndrome del empleado quemado, la adopción de un sistema de defensa contra un marco legal predeterminado que han denominado “medicina defensiva” o un sistema de guardias que no es sostenible. Para redondearlo, son los profesionales médicos europeos peor remunerados y son tratados por los pacientes como simples funcionarios!
Debemos tener en cuenta que el artículo se publica en una revista que se centra en un público muy objetivo, los profesionales médicos de la pediatría española. Y como no podía ser de otro modo, se hacen eco de lo que muy probablemente es un tema recurrente de conversación en cualquier guardia de pediatría.
A pesar de todo ello, parece claro que algo de verdad habrá en las problemáticas que el artículo nos presenta. El aumento de la demanda de servicios sanitarios es una realidad que se plasma año tras año en el incremento de los recursos que las diferentes administraciones públicas dedican al sistema sanitario. Por otra parte, el aumento de la longevidad en nuestra sociedad influye decisivamente en la calidad y cantidad de los servicios sanitarios prestados, y por ende, en las cargas de trabajo, responsabilidad, necesidades de formación, investigación, etc. de los profesionales médicos.
El burn-out o síndrome del profesional quemado, tan extendido entre los profesionales de la pediatría en opinión de los autores del artículo (cuatro, nada más y nada menos), puede devastar las filas de las urgencias pediátricas. Los porcentajes que se manejan van desde el 22 por ciento de “quemados” en la urgencia pediátrica, hasta el 60 por ciento de los pediatras intensivistas que se han planteado alguna vez dejar su puesto de trabajo. Sería interesante comprobar las intensidades de burn-out en consultores, funcionarios, comerciales, distribuidores, secretarias...Necesitan que alguien les escriba un artículo.
No olvidan los 4 autores además, la rigurosa regulación legal a la que deben enfrentarse diariamente. Tan dura y exigente es, que algunos profesionales médicos deben hacer dejación de su juramento hipocrático para no acabar entre rejas; “medicina defensiva” lo han denominado, y aportan datos: la probabilidad
de que un médico de atención primaria genere una reclamación judicial es baja. Y si a pesar de ello, tienen una reclamación, tan sólo en el 4 por ciento de los casos terminan con una condena por lo penal.
¿Sólo el ámbito sanitario tendrá normas que cumplir? A lo mejor deberían eximirles de toda responsabilidad civil y penal por su condición de médicos. Esperemos que no les de a los conductores de autobús, policías, auditores de calidad o maestros de escuela por ponerse quisquillosos con todas las normas que tienen que cumplir.
Por último, el artículo trata de analizar cuáles serían las alternativas existentes para lograr una mejora sustancial en las condiciones laborales y de servicio de las pediatrías hospitalarias. La formación de más profesionales, la cualificación de médicos de familia para que puedan ayudar a los pediatras y la reorganización de las guardias son algunos de los puntos que se citan como claves para un futuro menos “ardiente”.
Iñigo Urkidi
Referencia bibliográfica: “El pediatra y su profesión”. Allué, Xavier; Casanova, Manuel; García Aldar, Óscar y Martinón-Torres, Federico. El pediatra. nº 3. 2004.
Referencia bibliográfica: “El pediatra y su profesión”. Allué, Xavier; Casanova, Manuel; García Aldar, Óscar y Martinón-Torres, Federico. El pediatra. nº 3. 2004.
1 comentario:
Interesantes los puntos de vista como se repiten en diferentes latitudes. Siendo un pediatra dedicado a la salud pública y gestion tengo que tratar día a día con colegas de la especialidad y ya había percibido algo de este concepto del "burn out" en Chile.
me interesa seguir acotando el tema.
atte carlos almazán
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